AUTOEROTISMO Y DESDÉN POR LA PAREJA (II)


Esa necesidad de olvidar su yo en la carne extraña, es lo que el hombre llama noblemente necesidad de amar. (Charles Baudelaire)

Alfred Kinsey en portada de Time

Alfred Kinsey en portada de Time

A mediados del siglo XX, los estudios del médico Alfred Kinsey revelaron que una enorme mayoría de los hombres y mujeres de los EEUU había probado la autoestimulación alguna vez, desde la más temprana infancia  y a lo largo de toda su vida. Ellos aceptaban confesarlo más que ellas, haber incurrido en esa práctica, una situación que si bien contrariaba la opinión dominante de que las mujeres no lo intentaban nunca, por pudor o temor, por autoestima, podía interpretarse como una verdad a medias (a pesar de la liberación sexual proclamada por el feminismo, las mujeres todavía se resistían a reconocer que se masturbaban, tanto si carecían de pareja, como si la tenían y de ese modo satisfacían una demanda que por diversos motivos no lograban satisfacer sus parejas).

Una imagen tranquilizadora y romántica de las relaciones humanas, sistemáticamente alimentada por los medios masivos, comenzó a derrumbarse en ese momento. La posibilidad de que cada uno de los integrantes de la pareja pensase en sí mismo, en su propia satisfacción, cuando estaba solo o acompañado.

Francisco de Goya: La Maja desnuda

Francisco de Goya: La Maja desnuda

El mercado de los sustitutos de pareja ha sido tradicionalmente generoso con los hombres solitarios, consumidores privilegiados de la pornografía literaria y plástica durante siglos. Grandes obras de la pintura, como la Venus de Correggio o La Maja Desnuda de Francisco de Goya, que hoy se encuentran en los museos, donde las admiran visitantes de todas las edades y géneros, fueron encargadas a los artistas por clientes que las guardaban en lugares secretos, probablemente para excitarse. Otras, como la Venus del espejo de Velázquez, fueron pintadas para no ser exhibidas, como objetos del disfrute personal del autor.

Durante el siglo XVIII, el marqués de Sade, en la soledad de la prisión, se entretenía mediante la escritura de novelas filosóficas que lo excitaban sexualmente y se proponían excitar a los lectores. Tanto escritores como pintores, daban por supuesto que eran los hombres (no las mujeres) quienes utilizaban esas obras de contenido erótico para mitigar la soledad en la que se encontraban. Los hombres fueron también los destinatarios habituales de la pornografía audiovisual a partir del siglo XX. Mujeres desnudas o semidesnudas poblaron las pantallas desde comienzos de la Historia del Cine.

Postal años `20

Postal años `20

Esas imágenes no se observaban en salas públicas de exhibición, sino en lugares especializados como burdeles, kinetoscopios de parques de diversiones y eventos privados (despedidas de solteros) que reducían su área de influencia. La masificación del video cassete primero, de los canales de televisión por cable a continuación, los teléfonos eróticos de larga distancia, que prometían diálogos excitantes con interlocutores que cobraban por cada minuto que acumulara esa comunicación, como hacen en la actualidad los múltiples sitios de Internet que ofrecen sexo on line, facilitaron cada vez más el disfrute de imágenes y sonidos estimulantes en privado, el ámbito ideal para satisfacer la demanda de los consumidores.

¿La llamada literatura femenina, definida como una trivialidad  romántica que solo ellas deberían leer, se conecta con la pornografía, aunque sea sin anunciarlo, y no por ello con menor eficacia para lograr la excitación del lector? Guillermo Cabrera Infante lo sostenía respecto de la obra de Corín Tellado, a quien calificó como una pornógrafa inocente. A pesar de la siempre atenta censura franquista, ella escribió y publicó sus ficciones escapistas y fue seguida por millones de lectoras en el curso de la segunda mitad del siglo XX.

Pin up años `40

Pin up años `40

El éxito internacional de la saga iniciada por 50 sombras de Grey, de la novelista E.L. James, a partir de 2012, puede entenderse por tratarse de pornografía sofisticada para damas, destinada a una audiencia contradictoria (compuesta por mujeres casadas, mayores de 30 años, por un lado, y adolescentes por el otro, de acuerdo a las investigaciones de marketing). La necesidad de contar con instrumentos facilitadores de ensoñaciones eróticas, se le reconoce hoy a ambos géneros, cuando la tradición daba por sentado que la pornografía estaba destinada al consumo de los hombres adultos, cuya imaginación necesitaba de estímulos procaces, mientras conservaba una visión bastante irreal, por lo recatada, del imaginario femenino.

Mae West

Mae West

De acuerdo al mito, si una mujer se autoestimulaba, tal vez se divirtiera, pero no tardaría en arrepentirse, ante la evidencia del aumento del tamaño de su clítoris, que habría de delatarla ante una eventual pareja. Cuando una mujer se atrevía a hablar de los recursos que disponía para prescindir del hombre, más valía que lo disfrazara de doble sentido, para que la disculparan por el atrevimiento.

El sexo es como una partida de póquer; si no tienes una buena pareja, más vale que tengas una buena mano. (Mae West)

Grandeur Nature

Grandeur Nature

La soledad en el disfrute del sexo, pasó de ser un hecho condenado unánimemente por la religión, la moral y la ciencia médica, para exponerse como la manifestación inocultable de una época de crisis de valores. Puede avergonzar mencionarlo en público, pero es lo que hay. El filme Grandeur Nature (1974) de Luis García Berlanga, documenta el auge de las muñecas inflables, provistas de estratégicos huecos (tres, para satisfacer las más opuestas demandas orales, anales o genitales) que el usuario puede utilizar a su antojo con el propósito de autosatisfacerse. El director partió de una experiencia personal, que no ha dudado en confesar:

Estuve un año y medio en París. Me compré una muñeca que encontré en el almacén de una fábrica de maniquíes. A partir de ese momento viví con una muñeca durante seis o siete meses. Intenté convivir con ella, le compré ropa, la metí en mi cama, dormí con ella. Intenté hacer “cosas” con ella, pero fracasé continuamente, al igual que me pasa con las mujeres reales. (Luis García Berlanga)

¿Qué mejor pareja puede imaginar un hombre, que un objeto recordatorio de la mujer (no en todas sus características) con el cual no hacen falta los miramientos que exige una mujer en el mundo contemporáneo, ni diálogos de ningún tipo? Ella está donde la dejan, se la usa cuando el propietario lo desea, y se la guarda en el closet o se la desinfla cuando está de más o se la quiere llevar de viaje.

La ficción deriva en este caso en una pesadilla: el maduro protagonista del filme descubre que disfruta más con el adminículo, que con su atractiva mujer. Para recuperar a su pareja, ella trata de imitar las poses y la pasividad de la muñeca, pero todo es en vano. El objeto la supera en pasividad.

La tecnología actual parece que nos tiene siempre en contacto unos con otros y, en realidad, ¿no es así? Sinceramente, no lo creo. No siento que el problema de la soledad sea ahora más grave que antes. La soledad es probablemente el gran tema de siempre del cine, de la literatura, del arte, de la vida. (Spike Jonze)

Joaquin Phoenix en Her

Joaquin Phoenix en Her

Tal vez el sexo no sea todo lo que importa en la relación satisfactoria de un hombre con su pareja. Un filme como Her (2013) de Spike Jonze, plantea una fuerte necesidad de diálogo, que puede ser satisfecha no por otro ser humano, como había sido la norma desde que se tiene memoria, sino por un incorpóreo programa cibernético, que adquiere la materialidad de una voz femenina, con el objeto de adecuarse al mundo imaginario de un hombre heterosexual, que para sentirse satisfecho no depende de otros estímulos (por ejemplo, aquellos suministrado por el empleo de guantes táctiles o reproductores de aromas, capaces de recrear sensaciones vívidas de la presencia de alguien más) que sin aembargo existen en la actualidad.

Una voz femenina. Apenas una voz. Nada más que una voz complaciente, carente de corporalidad y sobre todo, venal, como supone la prostitución. Las líneas eróticas de los teléfonos, que proliferaron poco antes de la llegada de Internet, anunciaban la tendencia de una excitación auditiva, que aprovechaba y profundizaba la experiencia de la comunicación radial. Menos resulta más, en el ámbito de la autoestimulación. No es cosa de facilitar el contacto efectivo con alguna pareja, sino de ponerla a distancia prudencial, controlable, para que no interfiera en la final celebración de la soledad.

La paradoja del amor es ser uno mismo, sin dejar de ser dos. (Erich Fromm)

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